jueves, 8 de septiembre de 2011

GENARA DULCE

GENARA Y FLORENCIO

UNA TARDE EN GADOR

UNA TARDE EN GÁDOR
El domingo día 14 de agosto del 2011 fui invitado a visitar una hermosa finca en la jurisdicción de Gádor al norte de Almería La anfitriona fue mi entrañable amiga Genara Torena. Conocí a esta admirable mujer la primera vez que visité Almería hacía más de veinte años. Pasó mucho tiempo sin vernos y cuando nos reencontramos ella había perdido ya prematuramente a su marido y a una de sus hijas. Pero esta circunstancia y otras adversas no impidieron que a pesar de los años trascurridos conservara su hermosura física y grandeza espiritual. En términos coloquiales podíamos definirla como una mujer hermosa y buena, venida económicamente a menos en lo material, pero con un caché de personalidad humana admirable forjado a prueba de penas y dificultades grandes y persistentes. Desde la primera vez que la conocí y fui anfitrión suyo en su antigua casa de la popular Puerta Purchena en Almería la asocié a aquellas santas mujeres que aparecen en el Evangelio ayudando y queriendo a Jesucristo. En pocas palabras la visita a la finca de Gádor fue como sigue.
A media tarde el P. Florencio Turrado (OP ) tomó el coche y nos acercó al emblemático lugar. Lo primero que hicimos fue realizar un paseo explorador por los lugares donde había higueras y cepas de uvas abandonadas, y pronto llenamos las bolsas que llevábamos con los deliciosos manjares que todavía ofrecía la naturaleza a pesar del abandono laboral que sufría la finca después de muchos años. Un abuelo de Genara llegó por aquellas tierras almerienses procedente de Navarra en calidad de ingeniero, compró aquellas fincas y las convirtió en vergeles y lugar de descanso. Pero los tiempos han cambiado y en la actualidad sería necesario hacer una inversión de capital muy grande para hacer producir aquellas tierras privilegiadas en medio del desierto almeriense como en tiempos pasados. Cabe pensar que los invernaderos modernos han puesto fuera de combate a los ricos latifundios del pasado. De ahí que las fértiles e irrigadas fincas del ingeniero navarro hayan terminado convirtiéndose en un paraíso perdido de descanso y recuerdos nostálgicos para sus nietos herederos. Terminado el recorrido recordando glorias pasadas y recogiendo higos y uvas, condenadas al robo o a la putrefacción natural, nos instalamos en la fachada de la cueva de una de las fincas donde disfrutamos de una suculenta merienda preparada por nuestra anfitriona al tiempo que conversamos relajadamente de temas diversos a la luz de la luna. Regresamos a Almería a media noche felices y contentos pero no todo en el monte fue orégano, higos, uvas y granadas.
Al llegar a Almería dejamos a Genara en la puerta de su casa y el P. Florencio Turrado fue a dejar el coche en un garaje cercano mientras yo regresaba a casa solo. Pues bien, cuando me acercaba a la puerta un personaje con apariencia de borracho o drogado me salió al paso y me increpó desafiante pidiéndome dinero. Yo aceleré el paso para abrir la puerta principal y quedarme fuera de su alcance dentro del hall de entrada. Conseguí abrir aceleradamente la puerta pero antes de que yo pudiera cerrarla y echar con llave para impedir su entrada el agresor se interpuso corporalmente al tiempo que sacó las llaves de la cerradura y se quedó con ellas. Obviamente, al robarme las llaves de casa me dejó totalmente desarmado e indefenso. Comprendí que tenía que negociar con él de forma pacífica para evitar males mayores y así lo hice prontamente y sin dificultad ya que la cantidad de dinero que me pidió fue mínima. Tan pronto se percató de que yo sacaba el monedero para pagar el precio del chantaje me devolvió las llaves y se fue al bar de enfrente. Entré en el pequeño hall que media entre la puerta de la calle y la de casa pero el agresor no se iba del lugar por lo que, pensando en que el P. Florencio estaría a punto de llegar después de haber dejado el coche en el garaje, decidí quedarme allí hasta que él llegara previendo que le podría suceder lo mismo que a mí.
Al cabo de pocos minutos el P. Florencio fue asaltado tal como yo había previsto. Salí inmediatamente en su defensa tratando de que no hubiera discusiones entre ambos pero el agresor le sustrajo la gorra y con ella en su poder trató de chantajearle a él como a mí me lo había hecho con las llaves de casa. Conseguimos dejarle fuera del hall y cerramos con llave la puerta por dentro. En un momento dado el P. Florencio sacó el teléfono móvil y le amenazó con llamar a la policía y esta amenaza fue suficiente para que se alejara sin más botín que el de la gorra. ¿Borracho? ¿Drogadicto? La impresión que yo saqué después de observar sus movimientos durante casi un cuarto de hora, sin que él se percatara de ello, es que era las dos cosas. Así es la vida. Unos luchamos por hacer la vida amorosa y feliz y otros se encargan de echarlo todo a perder. Se pierden ellos y amargan la existencia de cuantos encuentran por el camino.

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